lunes, 21 de marzo de 2016

Narros del Castillo

  La actual localidad morañega de Narros del Castillo está situada en el extremo occidental de la provincia de Ávila, próxima a la provincia de Salamanca y que, a pesar de pertenecer al partido judicial de Arévalo, se encuentra bajo la influencia comarcal de la vecina Peñaranda.

  En el año 1250, encuadrada en el arcedianato de Ávila y dentro de la comarca de Zapardiel, aparece con el nombre de Naharros de Bebán y con una renta de XVII maravedíes, lo que supondría unos 170 habitantes. Lo primero que nos llama la atención de este pueblo es su nombre. Encontramos aquí una curiosa superposición de dos elementos: el primero (Narros) es muy habitual en la zona y nos indica el nombre de quiénes fueron sus repobladores. Uno de los contingentes más numerosos que llegan hasta nuestras tierras a finales del siglo XI son de origen navarro y por eso les dan a los pueblos repoblados por ellos el nombre de su región de procedencia. El segundo nombre (Bebán) es de origen árabe y significa “puerta fortificada”. Estamos en una zona de “La Moraña”, donde los topónimos de origen árabe son muy abundantes, como Verzemuel, Cordovilla, Barzones, Albornos, Segeres, Cantarziello, Cebolla, etc… lo cual, según el malogrado historiador abulense Ángel Barrios, no es una simple casualidad. Posteriormente el segundo elemento del nombre se cambia y queda establecido como Narros del Castillo.

  Lo segundo que nos llama la atención de este pueblo es el emplazamiento de su glesia rodeada por los muros derruidos de una fortificación, que lógicamente debió ser mucho más antigua y que da uno
de sus nombres a la localidad primero en lengua árabe “Beban”y luego en lengua romance “El Castillo”. Posiblemente el cambio del nombre árabe “Bebán” por el nombre “Castillo” se hiciera en el siglo XIV, siglo en el que las relaciones de las comunidades árabes y cristianas empezaban a ser menos amistosas. Desde este emplazamiento estratégico y claramente defensivo se domina una amplia vega del río Trabancos.

  La historia posterior de este pueblo nos habla de un pasado notable con los siguientes rasgos demográficos: en el año 1594 contaba con 560 habitantes; en el año 1752 con 145; en el año 1850 con 128 y en la actualidad con 182. Por los datos que nos revelan las Respuestas del Catastro de Ensenada sabemos que en el siglo XVIII esta localidad tenía la categoría de “villa” y que su jurisdicción estaba en manos del “señor Don José Francisco Barroso y Pimentel,marqués de Malpica y de Manresa, vecino de la villa y corte de Madrid”. También en el ámbito de la jurisdicción eclesiástica este pueblo se sale de lo normal, pues la parroquia, a pesar de estar dentro de la diócesis de Ávila,“está gobernada por el convento de Nª Sª del Prado de la ciudad de Valladolid de la Orden de San Jerónimo”. Y allí iban a parar los diezmos que se recogían en la “cilla” parroquial, según los datos que aparecen en el citado documento.

  Este carácter de “villa señorial” es lo que explica que en la plaza del pueblo existiera un “rollo de justicia” hasta el año 1932 en que se desmonta y en parte se destruye. Allí es donde en tiempos del Antiguo Régimen, en público, se ejecutaban las sentencias y era más propio de las villas que estaban bajo la jurisdicción de un señor, que en los pueblos o aldeas de realengo (sometidas a la jurisdicción  real). En la actualidad es voluntad del pueblo reponerlo, en memoria de su singular pasado histórico.

  Sin duda alguna que lo más singular de este pueblo es su iglesia. Como ya hemos dicho, se encuentra en medio de las ruinas de una antigua fortificación y la podemos considerar como una de las joyas del mudéjar castellano, posiblemente del siglo XIII. En el exterior su ábside nos presenta tres filas de arquerías dobles, que antes de su restauración estaban protegidas por toscos contrafuertes labrados a cal y canto. Muy interesante y excepcional en la comarca es su muro norte con arcos semicirculares entrelazados que recuerda la fachada del Cristo de la Luz de Toledo. A los pies de la iglesia, la torre de ladrillo del siglo XVI.

  En su interior hay que admirar sus tres naves reconstruidas en el siglo XVI separadas por arcos formeros, y sobre todo el artesonado mudéjar de la nave central y de la tribuna. Completan esta maravilla artística las pinturas “al fresco”, que han ido apareciendo en los muros de la escalera de la tribuna y en el interior de su sacristía. El sabor morisco de sus lacerías, con el lujo y profusión de sus adornos geométricos y florales y el sugestivo misterio de sus pinturas logra crear un ambiente mágico que nos transporta a una cultura exótica de sabor oriental, aquí al servicio de un templo cristiano. Este pleno mestizaje entre dos culturas, la occidental y la oriental, lo islámico y lo cristiano, consigue en esta iglesia una gran armonía de espacios, formas y volúmenes, que tal vez esté pidiendo un sólido estudio que creo que estudio que creo que hoy en día está todavía por hacer.


  Ángel Ramón González González . Texto publicado en  la Llanura Nº34 de Marzo de 2012.
  http://lallanura.es/llanura/La-Llanura-34.pdf




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